2456 - Mi mar
Me llama el mar, el que aprendió en estruendo
mi propio nombre, que ella repetía.
Eran tiempos de fe y galantería,
más relevantes si se van perdiendo.
Era mi mar, siempre lo fue. No entiendo
el rumor de otros mares, su bravía
protesta en el rompiente, su energía,
que en blanquiazul derrota va muriendo.
Mi mar también es fuerte, pero canta
contra el acantilado, y se levanta
no con furia, con júbilo, con brío.
Su espuma, desbordándose en la roca,
es la sonrisa de infinita boca
que me llama otra vez. Por eso es mío.
Los Angeles, 15 de septiembre de 2010