2458 - Bajo a inquietar el alma
¿Quién oye mis gemidos? ¿Quién advierte
la nebulosidad que me rodea?
¿Quién sabe del punzón que agujerea
esta carne que ya no se divierte?
Bajo a inquietar el alma, que despierte
del sueño de la inercia. Burbujea
en su fondo la sombra de una idea,
como si regresara de la muerte.
La sombra se incorpora, se ilumina,
toma cuerpo, se asoma a la retina,
expresándose en lágrima fugaz.
Oh, qué resurrección. Calla mi llanto,
se disipa la niebla, y me levanto
cicatrizado, y con la vida en paz.
Los Angeles, 20 de septiembre de 2010