2643 - Agonía del verso
Era ciego. Sus ojos de poeta
le hablaban del clavel que no veía.
Sediento estaba, y pertinaz bebía,
en fuentes de oro, azules de violeta.
Sin bola de cristal, sin ser profeta,
optaba a lo ulterior, lo percibía.
Operaba un taller de alfarería
dentro de sí; la creación, su meta.
Subsistía hacia dentro, idea y llama,
plenitud de visión que se derrama
gentil, o en borbotones, hacia fuera.
Y llegó una mujer que, audaz, desnuda,
su recóndita orquesta dejó muda,
agostando su intensa primavera.
Cantabria, 19 de mayo de 2011