2739 - Amaste a un hombre (II)
Y te llegué al crepúsculo, en revuelo
de alas batidas contra la ventana,
en aliento de brisas, en campana
pulsando languidez de terciopelo.
Se desperezó el sol, nació el deshielo
de tus cumbres en nieve, la persiana
se alzó sobre el paisaje, y tu lejana
pasión de juventud reemprendió el vuelo.
Pero con otro nombre. Me nombraste,
sacudiéndome el íntimo contraste
de tu anterior matiz y el nuevo acento.
Siendo nuevo, me ves de tal manera
que de tu ímpetu el mío se apodera,
y te quedas, me quedo, sin aliento.
Los Angeles, 12 de octubre de 2011