275 - Al teléfono
Llegó su voz opaca, susurrante,
vertiéndome un alud en el oído,
y al punto percibí estar poseído
de su fascinación insinuante.
Su palabra sensual, tan penetrante
irrumpió en mi interior, que seducido
sin dudar accedí al fruto prohibido,
y en el auricular se hizo mi amante.
Hubo momentos de silencio oscuro
de tan diáfano signo, y tan seguro
que nunca escuché voz más elocuente.
Casi la vi desnuda y a mi lado,
y ella siguió hasta que quedé embriagado
de su arrebato ausente tan presente.
Los Angeles, 24 de septiembre de 1999