2909 - Lluvia (IV)
Amaneció sereno y soleado,
como tal vez el mundo al sexto día,
cuando, ingenua y desnuda, descubría
la primera pareja su bocado.
La lluvia, siempre triste, había atado
dos cuerpos y almas, e ida, aún mantenía
dentro de ambos la mágica alegría
de que antes no la hubiéramos dotado.
En nuestro propio Edén del cuarto piso,
desnudos e inocentes, de improviso
nos vimos como tal, y sonrientes.
Nadie nos arrojó en vergüenza y furia;
porque los vivos cantos de lujuria
se vestían de ritmos trascendentes.
Los Angeles, 17 de febrero de 2012