306 - Delicadamente
No ama tanto quien clava la mirada
como quien la desliza acariciante;
si uno es la fresca brisa susurrante,
el otro es la ventisca alborotada.
Dadme la blanda luz de la alborada,
más que el rayo del día fulgurante;
y antes que la carrera sofocante,
la elegancia de tímida pisada.
Si has de venir a mí, ven con la calma
temerosa de desvelar el alma,
con voz de terciopelo, con candor.
Yo iré a tí en el silencio sosegado
que a tus pies se reclina abandonado,
y en la suave fragancia de la flor.
Los Angeles, 4 de enero de 2000