319 - Aridez
He labrado la tierra en mi desierto,
irrigándola en lluvia de sudores,
y quedó estéril bajo los rigores
del tiempo, la semilla al descubierto.
Sé que no he sido agricultor experto,
acumulando errores sobre errores,
pero aspiré a que tal vez unas flores
pudieran adornar el campo muerto.
Ni besos ni caricias sazonaron,
en sus jóvenes tallos se agostaron
sin despuntar un día y sonreir.
Y hoy te espero, mujer, como el que espera
que una nueva y fecunda primavera
traiga un mejor sentido a su vivir.
Los Angeles, 1 de febrero de 2000