3667 - Alameda
Jugábamos, de niños, junto al río,
bajo los olmos. Su gentil frescura
abrazaba, en ingenua travesura,
nuestros cuerpos menudos. Aún sonrío,
recordando el alegre griterío,
y alocadas carreras, la hermosura
de tus trenzas doradas, tu lectura
del librito de cuentos, que era mío.
Nos separó la vida. Y hoy volvemos
a esa misma alameda en que nos vemos
con la complejidad de hombre y mujer.
Ahora en silencio. Lo decimos todo
a flor de madurez, de ese otro modo
que a los amantes hace estremecer.
Los Angeles, 4 de enero de 2014