456 - A gritos
Tanto ha llovido en nuestras soledades,
tan vasta es la distancia, y tan oscura,
que los ojos, sedientos de hermosura,
se anegan en sus propias humedades.
En nuestra carne las adversidades
clávanse a dentelladas de amargura,
pues falla el roce que la piel procura,
y el alma sólo abraza irrealidades.
Falto de voluntad, llamo al destino,
pidiendo a gritos que este clandestino,
este prohibido amor al fin florezca.
Que el surco abierto encuentre las semillas,
y que me abracen firmes tus rodillas
desde el crepúsculo hasta que amanezca.
Los Angeles, 23 de mayo de 2001