86 - Conquista consentida
Las huestes de las manos se despliegan
en irrupción frontal sobre los cerros,
ejércitos sin máquinas ni hierros
que al objetivo sigilosos llegan.
Frente a la ocupación ambos se niegan
a defender el campo en sus destierros,
huyen la soledad de sus encierros,
y abiertamente al invasor se entregan.
Envié mis comandos a la empresa,
se deslizaron bajo el camuflaje,
y escalaron las cumbres indefensas.
No existió el elemento de sorpresa,
porque la intercepción de tu mensaje
me dió a saber qué quieres y qué piensas.
Los Angeles, 12 de abril de 1998