950 - Oigo la voz
Oigo la voz que a mis espaldas canta
y tantas veces me negué a escuchar;
voz con aire de sierra, olor de mar,
que puede atar un nudo en la garganta.
Voz sin rostro, sin forma, que adelanta
primaveras sin tiempo ni lugar,
que viene hipnótica a desenredar
madejas de tristeza, y las quebranta.
Escuché tantas voces anodinas,
rebotándome su eco entre las ruinas
de mi ayer, que no pude escuchar ésta.
O no quise tal vez. Pérdida mía,
que el alma, sorda, se quedó vacía.
Hoy, al oírla, el mundo es una fiesta.
Los Angeles, 29 de noviembre de 2003