Veinte ataúdes
Han regresado ayer veinte soldados,
vencidos por la muerte. Veinte flechas
sin alcanzar la diana, veinte adagios
silenciados, perdidos en la orquesta,
veinte columnas hoy decapitadas
con veinte capiteles en la tierra,
veinte campanas de apagadas voces,
veinte perfiles turbios en la niebla.
No en clamor de trompetas, en sigilo,
como ríos de miedo y de vergüenza,
enfilando la puerta de servicio,
veinte ataúdes, veinte primaveras,
veinte fuegos helados, en cenizas,
bajo veinte sudarios de banderas.
Murieron entre el odio y la mentira,
murieron bajo el sol, sobre la arena,
murieron por bazares y oleoductos,
murieron sin razón, por conveniencias.
Continúan los barcos de la muerte
descargando su flete de tinieblas,
continúa el barniz, el subterfugio,
continúa el andamio de la amnesia.
Ocultad la llegada de los muertos,
ocultadla, que ofrece mala prensa.
Han regresado ayer veinte soldados,
vencidos por la muerte. No hay respuesta
para madres y esposas; sólo el aire
llevando un tintineo de monedas.
Los Angeles, 30 de julio de 2004