Poemas de amor, de soledad, de esperanza
de
Francisco Álvarez Hidalgo
Selección de los lectores
Edición N°13 - agosto 2015
Heilbuth Ferdinand - El lector (1856)
Heilbuth Ferdinand - El lector (1856)

Índice

Sonetos:
Amiga Doctora Rastreo (I) Rastreo (II) Fuiste una vez
Poemas:
Años, siglos Camino del cementerio Vivencias

Breverías

2781
He recorrido sendas y caminos por el placer de andar, y me he cansado, vulgar el fin, monótono el paisaje. Mas tendido a la sombra de los pinos, de ti, de nadie más, acompañado, ha sido siempre mi mejor viaje.
Los Angeles, agosto de 2012

2782
Percibo tu caricia en la mañana, medio dormido, tú casi despierta, tal vez casual, sin peculiar intento. Mas pronto echas al vuelo la campana que empezó a repicar, y ahora tu oferta es súplica y demanda, a las que asiento.
Los Angeles, agosto de 2012

2783
Hablas como quien deja sus cabellos ondear en el viento, cada frase gentil revoloteo de inocencia. Pero me hablas también en atropellos que celebran eufórico trasvase de tu sensualidad a mi apetencia.
Los Angeles, agosto de 2012

Sonetos

2404 - Amiga
Llamarte amiga es ser alondra en nido con las alas cortadas, si anhelante de alturas y acrobacias, palpitante no más que en su rincón inadvertido. Te llamo amiga y siento anochecido mi día de ilusión; soy caminante incapaz de alcanzar meta de amante, torpe, unilateral contrasentido. Dos notas somos, pero en disonancia; tú, perfume de afecto, yo fragancia de incisiva pasión que no percibes. Anoto a sangre y piel mis arrebatos, y es tibia devoción, tenuos ornatos lo que a rasgos de luz en aire escribes.
Los Angeles, 25 de junio de 2010
2535 - Doctora
Como péndulo al cuello suspendido, y entre ambos senos en vaivén ligero, era su estetoscopio mensajero para auscultar el corazón herido. Cada tictac dictábale al oído su signo telegráfico, venero de sangre y músculos, en rutinero trajín bajo la piel, flujo y latido. Y era también revelación de arcanas intimidades, largas caravanas de dónde, cuándo y en qué acción estuve. Escuchaba, celosa y encendida, mas atajando el riesgo de su herida, con un beso en los labios la contuve.
Los Angeles, 22 de diciembre de 2010
2560 - Rastreo (I)
Asciendes sobre mí. Con pies y manos. Y más conquistas cuanto más avanzas. En cada zona que capturas, danzas, parcial celebración, ritos paganos. Y prosigue tu ascenso. Tan cercanos siento tus pasos que si fueran lanzas me hubieras traspasado, y te abalanzas sobre mi eje vital. Los altozanos comienzan a empañarse en esta tarde cálida de verano. Apenas arde la última luz anémica del día. Detenida en tu ascenso. Qué absorbente tu afán de devorarme. Que esta fuente sacie tu sed. Saciada está la mía.
Los Angeles, 7 de febrero de 2011
2561 - Rastreo (II)
Llena de mí. Tendida sobre el lecho, una mitad saciada y otra hambrienta, me penetran tus ojos, qué herramienta de taladrar los míos hasta el pecho. Allá intentas llegar, donde maltrecho se enclaustra el corazón tras la tormenta. Sobre su herida de orfandad, sangrienta, tu etéreo tacto aliviará el mal hecho. También tu vista explorará mi mente, cada idea desnuda, esa simiente que gesta cuanto soy bajo la piel. Escuchaste el clamor de mis sentidos, pero eran mis más íntimos gemidos lo que te hizo llegar a otro nivel.
Los Angeles, 7 de febrero de 2011
2562 - Fuiste una vez
Fuiste una vez el ansia que ya no eres, la sombra y voz que ya no van conmigo, el afecto en que ya no me prodigo, y hoy la ausencia en que lentamente mueres. Un tiempo fuiste daga, ya no hieres; ni me interno en tu mies ni en ella espigo; y al no tener madera de mendigo, no impetraré tu vuelta o que me esperes. El olmo seguirá temblando al viento, el arroyo en su canto o su lamento, y en su locuacidad el estornino. Como ahora están, continuarán las cosas. No suelen germinar las mismas rosas que agostara la escarcha en el camino.
Los Angeles, 8 de febrero de 2011

Poemas

Años, siglos
Supo nacer en el lugar exacto, un pueblecito medieval, dormido, de calles empedradas, de balcones estallando en geranios y jacintos, y ropa blanca abierta a la caricia temprana del sol tibio. Pero nació tan tarde… o yo tan pronto… Y cuando coincidimos, escuchamos canciones aún no escritas, sincronizamos roces y latidos que el mundo juzgaría tan dispares, y exprimimos la sangre de racimos que otras mentes creyeran prematuros; oh, madurez de nuestro propio vino. Nos embriagamos ambos perdiendo la razón, mas no el instinto. Sin embargo una luz siguió brillando, inextinguible en su fulgor maldito, la convicción de amargo desenlace; ¿no es todo amor, acaso, amor efímero? Yo lo sabía, mas lo soslayaba. Ella era resistencia de castillo, negándose a la duda, y yo le di mi fe, pero hoy que escribo desde la perspectiva de otros hechos, bajo el manto de duda que ha tendido sobre tan bello ayer, hoy me pregunto, sin encontrar respuesta, si el idilio que yo viví tuvo contrapartida de armónico equilibrio. Ella nació tan tarde, o yo tan pronto… Si hubiéramos nacido en vecindad de tiempo, e iniciado a la par nuestro camino… Si no hubiera temblores en la mente… Si en el fervor no se filtrara el frío… Si no arribara ese momento triste en que apaga las almas el olvido, en que el tiempo inicial que nos separa se disfraza de siglos…
Los Angeles, 1 de junio de 2008
Camino del cementerio
¿Nunca habeis visto un cementerio hermoso como la inmensa mano de la brisa peinando el sauce, y oscilando el mástil del enhiesto ciprés en la llovizna? El muro que le cerca no es adusto, tiene un toque nostálgico, y adscritas a sus piedras talladas hay promesas solemnes, y caricias. Está en medio del pueblo, casi en silencio, casi en compañía, los verdes prados, densos maizales, en retirada ya ante la ofensiva de cemento y ladrillo; pero el sendero vive todavía adosado a la tapia como un hermano siamés. Caminan recios pastores tras de las vacadas, en lentitud, mientras la tarde expira. Yo repetía el mismo itinerario cuando tú eras aún parte de mi vida, y te llamaba desde el móvil. Eran lugar y tiempo que al secreto invitan. Esa pared preserva confidencias que yo recuerdo, que tal vez tú olvidas. Al otro lado, amantes bajo tierra, de otras edades, polvo ya en la arcilla, sentirían eléctricos impulsos oyéndome pasar; no se marchita ni se muere el amor, sólo se ausentan ciertos amantes que al amor abdican. En este cementerio, un subterráneo corrimiento de tierras que lo agita, una fragancia apenas perceptible, una dulce, callada melodía, les otorgaba, transitoriamente, blanca resurrección de sus cenizas.
Los Angeles, 7 de septiembre de 2008
Vivencias
¿Cuánto es recuperable de lo que se ha vivido, del amor, el trabajo, la visión de futuro? Lo que fue nos parece que nunca ha sucedido, que tal vez fuera un sueño, cada vez más oscuro. Y al fondo del recuerdo, ¿qué nos queda? La sombra de lo que, ya intangible, se hace más impreciso; la indefinida huella de un pie sobre la alfombra, o la palabra incierta juzgada compromiso. Fuimos la temblorosa llama abrazada al leño, y ahora somos el humo que se alza y se disuelve; del cuadro que pintamos sólo queda el diseño, no somos lo que fuimos, lo que se fue no vuelve. El amor que ofrecimos tal vez aún persevera tras haberse evadido quien el suyo otorgara; mas lo que entonces vimos vemos de otra manera, cual si un genio maléfico las cosas trastocara. Y nos disminuímos cada vez que amenguamos cuanto fue nuestro júbilo, nuestra etapa de gloria; hay que tallar en mármol las horas en que amamos, para que no intentemos rectificar la historia. Quizá nuestras vivencias son irrecuperables, pero también debieran permanecer intactas; tal como sucedieron, sean inolvidables, sin tergiversaciones, virginales, exactas.
Los Angeles, 2 de marzo de 2009
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