Háblame
La voz que hoy me llegó vive tu vida,
en esa voz te arropas cuando me hablas,
ella eres tú, flotando en el aliento
que se desborda en tonos y palabras.
Ajena a la estridencia del gentío,
leve, aterciopelada,
caricia en el oído, tan etérea,
como si un dedo me tocara el alma.
Más que voz es susurro,
brisa que se columpia entre las ramas.
Posee intimidad de noche oscura,
afable placidez de luna clara.
Te escucharía al decrecer las luces
de las tardes de otoño bronceadas;
te escucharía sin interrumpirte
hasta nacer la aurora sonrosada;
te escucharía, la mirada fija
en tus ojos de sombra, que descargan
nuevas voces, a la otra paralelas,
no por mudas con menos resonancia.
Tú eres tu voz, que roza mis mejillas,
que estremece mi espalda,
que me penetra suave, lentamente,
como en el surco profundiza el agua.
Háblame, que te escucho,
que tengo más de ti en cada palabra.
Los Angeles, 1 de julio de 2001
Con tus palabras
Cada noche, a la orilla de mi sueño,
me arropo en tus palabras,
esas palabras para mí tejidas
con agujas de gozo y esperanza.
Cada noche tu voz, manso murmullo,
fluye hacia mí, reiterativa, clara,
primero manantial, luego torrente,
trepándome en inversa catarata.
Cada noche te escucho,
tendida a mi costado, desvelada,
repasando semanas, días, meses,
rastros de nuestra ardiente caravana.
Y fuera, en el jardín, tiembla la noche,
se enmaraña la lluvia en las acacias,
y el viento trotamundos
pretende entrar, llamando a la ventana.
Todo tan cerca, la tiniebla, el ruido,
el fresco aroma de la hierba, el agua,
todo tan a la mano, y tú tan lejos,
solo conmigo yo, con tus palabras.
Los Angeles, 10 de febrero de 2004