Breverías
1969
En soledad, mujer enamorada,
perdido el brazo en torno a tu cintura,
a ti misma abrazada,
en noche tan desierta, tan oscura.
Hay canciones de amor en cada calle,
se encienden las farolas,
se pueblan de calor montaña y valle,
y el temblor de tu sexo… tan a solas.
Los Angeles, noviembre de 2008
2028
Cada noche en las sábanas de mi lecho percibo
tu ya invisible abrazo, tu perenne fragancia;
no, no es de las visiones de mis sueños que escribo,
ya que nunca apareces en esa circunstancia.
Hablo de mis insomnios, de los que no se aleja
la figura que tantas noches me acompañó;
la tempestad que fraguas en mi piel no me deja
superar el desvelo…, ni lo intentara yo.
Los Angeles, marzo de 2009
Sonetos
1066 - Sola de noche
Larga es la noche, dilatada, incierta,
negra ruina del día en los portales;
el día es el violín y los rosales,
la noche es el tambor, la alondra muerta.
Hoy eres noche tú, sola, desierta,
ojos de lluvia, manos saturnales,
y una voz varonil en madrigales
su deseo te canta tras la puerta.
No la puerta dormida de la alcoba,
la puerta de la ausencia, que te roba
cuanto pudiera darte y aceptaras.
Sólo una sombra efímera se extiende
al borde de tu piel, y aunque la enciende,
no consigue apagarla, y te disparas.
Los Angeles, 4 de abril de 2004
1160 - Tu piel, mi piel
Tu piel, tambor bajo el redoble andante
de mis dedos hambrientos, subrepticios,
tu piel, abierta a mansos ejercicios,
tu piel sobre mi piel itinerante.
Mi piel, penetradora y circundante,
en rastreo de arcanos intersticios,
mi piel, que aprende todos los oficios
y en ti los ejercita desbordante.
Tu piel, mi piel, dos planos superpuestos,
en parte idénticos y en parte opuestos,
piezas diversas de íntimo engranaje.
Tu piel, cargado galeón de plata,
mi piel, arrollador barco pirata
lanzado a toda vela al abordaje.
Los Angeles, 20 de octubre de 2004
1262 - Juan Pablo II
Se lo llevó la hermana Muerte.
2 de abril de 2005
Mientras unos estudian la manera
de hacer saltar el mundo en mil pedazos,
otros intentan anudar los lazos
que logren desmontar cada frontera.
Un rebaño, un pastor, una pradera,
unidos en la paz de los abrazos,
abjurados temores y zarpazos,
avanzando hacia la única ribera.
Este hombre, viajero y provinciano,
con las llaves del reino en una mano,
y en la otra leve pálpito de alas,
nos deja su legado inconfundible
de que el salmo de amor es preferible
al trágico silbido de las balas.
Los Angeles, 3 de abril de 2005
1310 - Silencio
El silencio no es cero, no es carencia,
no es lo que se perdió, lo no empezado,
es un fragor de mares sofocado,
es un fardo a la espalda de la ausencia.
Si callas, no te ocultas, tu elocuencia
se hace más evidente, recio arado
abriendo íntimo surco, revelado
más por impronta que por contundencia.
En tu silencio escucho aquellas voces
que tal vez olvidaste o desconoces,
gritos de fe, de amor, y de esperanza,
brotando de tu entraña por los ojos
como dagas de luz, como manojos
de jazmines que sólo mi alma alcanza.
Los Angeles, 16 de julio de 2005
1333 - Cumpleaños
Son los años serpiente retorcida,
anaconda, espiral trituradora
que lenta, lentamente nos devora;
pero eso son los años, no la vida.
La vida es grácil lámpara encendida
que se nos dio en nuestra primera hora,
puede ser el objeto que decora,
y puede ser constante amanecida.
Pasen los años como pasa el viento,
con su inútil, absurdo cargamento
de prejuicios, desvelos e inquietud.
La vida, aunque dinámica, no pasa;
es luz y llama que ilumina, abrasa,
invitando a vivirla en plenitud.
Los Angeles, 23 de agosto de 2005
1379 - Sueño
He empezado a soñarte de otro modo,
fuera de esa verdad y esa costumbre
forjadoras de angosta servidumbre,
de brazos amarrados codo a codo.
Voy a soñarte libre; sobre todo
voy a soñarte nueva, sin la herrumbre
que el uso añade, con la incertidumbre
que ofrece, al caminar, cada recodo.
Vendrás a mí, gentil desconocida,
desnuda de tu ayer, porque vestida
repetirías lo que fueras antes.
Y no quiero soñarte predecible.
Quiero un sueño espontaneo, irrepetible,
que no sufra de idénticos instantes.
Los Angeles, 6 de diciembre de 2005
Poemas
¿Me escuchas, padre?
En el 70 aniversario de la matanza de 156 presos en el buque-prisión "Alfonso Pérez", Santander, 1936
¿Me escuchas, padre? Te hablo desde lejos,
desde este absurdo mundo de los vivos.
Ignoro si te llegan mis palabras.
Casi nunca te hablé. Yo era tan niño
cuando te arrebataron de mi lado,
que no tengo recuerdos. He vivido
con la memoria de segunda mano,
ciego guiado por su lazarillo.
He intentado no odiar, pero es difícil,
se me negó lo que otros han tenido:
Cabalgar tus rodillas al galope,
volar sobre tus brazos extendidos,
tu Navidad, tus Reyes, cada noche
de la cocina al cuarto, el primer libro…
Me lo robaron todo, y me pagaron
en miseria, y en hambre, y en plañido.
Te he revivido tantas veces, tantas,
sobre las huellas de mis propios hijos…
Hombre del pueblo, recio castellano,
ajeno a enredos o interés políticos,
víctima del rencor y la ignorancia
que se repite en incesantes ciclos.
Te adscribieron tu Vía Dolorosa,
te cargaron la cruz, y como el Cristo,
sufriste tu Pasión y tu Calvario,
mientras la turba coreaba a gritos.
Fariseos y escribas, en España,
pisotean tu lápida. El recinto
del Pretorio congrega a cien Pilatos
que se lavan las manos del delito.
Y hablan con Barrabás y el Iscariote,
de indulto y treguas. ¿Me oyes, padre mío?
Hablan de rescatar de entre las sombras,
del pozo del silencio y del olvido,
sólo una parte de la Historia, padre,
no la tuya. La tuya es un postigo
que no quieren abrir, porque sois muchos,
y en el libro del tiempo sois capítulo
que rehusan leer, no se acomoda
a sus propias agendas o designios.
Yo quiero ver la Historia en la balanza,
sin manos amañando los platillos;
estoy harto de manipulaciones
que subvierten justicia y equilibrio.
Tú lo recuerdas, padre, lo viviste.
Fueron años de pólvora y cuchillo,
cuando las diferencias se zanjaban
no por la ley vigente, sino a tiros.
Se habla de una República genuina,
de un poder democrático, legítimo.
No del golpe de estado perpetrado
en el Octubre Rojo por el mismo
partido que hoy gobierna, y que lo calla,
como calla tu muerte, padre mío.
Tú no estás solo, nunca lo has estado,
sois legión, resistiéndoos al olvido.
Un tiempo pregonados, hoy ausentes,
siguiendo el péndulo sus tumbos cíclicos.
Nos dijeron: "Mirad hacia delante,
somos hermanos, hay un precipicio
a nuestra espalda; huid hacia el futuro,
hagamos un país en paz y limpio."
Y no era mala idea. Pero ahora
resurgen las facciones, y otro exilio,
esta vez en las mentes, se provoca
polarizando a España. Son los signos
de la revancha un tiempo detenida,
y que hoy parece desatarse en río.
¿Sabes, padre? Aquel barco "Alfonso Pérez",
donde estuviste preso sin motivo,
donde el tiro en la nuca fue tu suerte,
como la de otros tantos, en un frío
26 de diciembre , yace al fondo
del Mar Cantábrico; sus entresijos,
llenos de agua, de sombra, de silencio,
sobre la arena inmóvil y dormido.
Así quieren tu nombre, y tantos nombres,
mientras escriben otros. ¿Qué testigos
hablarán por vosotros, los primeros,
antes de vencedores o vencidos?
Ah, las fosas comunes. Las conoces.
En una de ellas estuviste. Miro
a esta España infeliz, ensangrentada,
que no sabe curarse. Me resisto
a admitir que la ciega intolerancia,
el odio reprimido, el partidismo,
sean la única fórmula que todos,
en ambos bandos, hemos producido
para llamar victoria a lo que sólo
es derrota de todos. Qué ejercicio
en arbitrariedad, en ignorancia,
cuando es sobrevivir el objetivo.
Alguien quiso cerrar con siete llaves
el sepulcro de El Cid. Y es eso mismo
que debemos hacer con esa guerra
que trocó tanto hermano en enemigo.
Todos hemos sangrado, y de algún modo
todos somos la sombra de Bellido.
Tú, padre, ya con otra perspectiva,
desde un lugar menos hostil, más limpio,
triste verás, si puedes estar triste,
este país de imbéciles, de niños,
incapaces de salto hacia delante,
absortos en juguetes y caprichos.
Padre que me mataron, que no tuve,
descansa en paz, en tu dormir de siglos.
Los Angeles, 26 de diciembre de 2006