Adiós, mi compañero
Si me pregunta el rayo de la luna
dónde están tus profundos ojos negros,
responderé que hay dos estrellas nuevas:
Adiós, mi compañero.
El trueno explotará en las soledades
de las lluviosas noches del invierno
sin hallar tu ladrido por respuesta:
Adiós, mi compañero.
Las cuevas de tu oído se cerraron
a los sonidos, y te amó el silencio,
y el silencio final hoy te arrebata:
Adiós, mi compañero.
Se derramó mi gozo en tu alegría
convirtiendo mis juegos en tu juego,
y mi caricia leve en tu lamida:
Adiós, mi compañero.
Y cuando la serpiente del dolor
enroscó los anillos en tu cuerpo,
mi sufrimiento fue al compás del tuyo:
Adiós, mi compañero.
Aunque te hice partir, no hubo abandono,
mi mano en tí hasta el último momento,
y aún hoy mi llanto como aquel instante:
Adiós, mi compañero.
Sé que en las tardes buscaré tu espalda,
y a mis pies sólo habrá un soplo de viento
que me dirá que pasas de visita:
Adiós, mi compañero.
Y sé también que libremente corres
por un mundo mejor, campos abiertos,
con aquellos que se te adelantaron:
Adiós, mi compañero.
Desde las altas torres de la aurora
hasta las ruinas del ocaso en sueños,
trotarás las estepas de las nubes:
Adiós, mi compañero.
Y en ocasiones detendrás el paso
como si oyeras un rumor de lejos;
no es más que mi recuerdo que te añora:
Adiós, mi fiel, mi alegre compañero.
Los Angeles, 17 de diciembre de 1999