Poemas de amor, de soledad, de esperanza
de
Francisco Álvarez Hidalgo
Selección de los lectores
Edición N°5 - abril 2015
Vittorio Reggianini -  Una carta ilícita (1858–1938)
Vittorio Reggianini - Una carta ilícita (1858–1938)

Índice

Sonetos:
Soñarte Avanza contra mí Soñando a la ventana Besos lejanos Tu silencio Sólo dos manos
Poemas:
Mirando atrás Huellas del beso

Breverías

1213
Aunque tu mano anide en otra mano, aunque uno sólo os proclaméis los dos, siempre hay un beso de sabor lejano que de algún modo está diciendo adiós.
Los Angeles, julio de 2004

1233
Decoran tus recuerdos mi aposento; nadie los ve, los muros de la mente se ocultan a miradas indiscretas. Y las paredes de tu pensamiento, ¿quién las decora, quién es residente, a quién evocan, y por quién te inquietas?
Los Angeles, agosto de 2004

1381
Hablaré con la lluvia, que me cuenta tus cosas, sabe de tu ventana, mira entre las cortinas; los mil ojos inquietos de sus gotas curiosas rastrean el proceso de todas tus rutinas. Encapótese el cielo, que llueva, llueva, llueva… aguacero o llovizna son noticia o recuerdo que descubren o extraen cada faceta nueva, y sólo en las mañanas soleadas te pierdo.
Los Angeles, agosto de 2005

Sonetos

488 - Soñarte
Soñar, siempre soñar, aún a sabiendas de la amenaza de la madrugada; la noche nos abraza enamorada, y la luz nos arranca nuestras vendas. Soñar, sólo soñar que nuestras sendas confluyan ambas en la misma almohada, sin que la idea de una retirada menoscabe el placer de las ofrendas. La sangre de los sueños es fecunda en congojas y lágrimas, e inunda de dolor las entrañas y la mente. Si mi sueño de ti concluye y hiere, sabiendo que una vez se vive y muere, déjame que te sueñe, dulce ausente.
Los Angeles, 12 de julio de 2001
544 - Avanza contra mí
No impidas el revuelo descarado de los dedos, que en firme recorrido, indagan intersticios del vestido, quedando yo, como él, alborotado. Viento soy encrespando tu arbolado, eres agua en que vivo sumergido, y en trueno he de romper, cuyo estallido fusione mi costado a tu costado. Avanza contra mí tu orografía, tórrida como el sol de mediodía, y en amplitud de mares sin riberas. Mezan mis manos tu ondulada forma, tu mente olvídese de riesgo y norma, y demos libertad a nuestras fieras.
Los Angeles, 18 de noviembre de 2001
547 - Soñando a la ventana
Los ecos de tus pasos son nudillos golpeando en la puerta del deseo; oigo tus pies, tus pensamientos leo, y espero estremecida entre visillos. Tus invisibles manos son rodillos laminando mi vientre, y me recreo en frívolo, ficticio forcejeo, trepidando en mi pecho cien martillos. Me circunda y me atrapa densa niebla surgida de tu aliento, que me puebla la mente de confusas percepciones. Y me abandono en ti, con la inocencia que anhela naufragar, sin resistencia, desmantelando arcaicas prohibiciones.
Los Angeles, 20 de noviembre de 2001
643 - Besos lejanos
Tantos besos se engendran en mi boca, sin nacimiento, sin destinatario, como rosas que amante solitario plantar pretende en la desnuda roca. Tan insistente mi ilusión convoca fechas, con nombre de mujer, y horario, pero desnumerado el calendario, en mar de cuadros blancos desemboca. Besos que desesperan, y te gritan, y al fin en soledad se me marchitan, cómo quisiera dártelos, amada. Sin ellos y sin ti, qué dura suerte; sólo en mis sueños logro poseerte, a ti abrazado hasta la madrugada.
Los Angeles, 13 de junio de 2002
664 - Tu silencio
Puedo, al mirarte, ver los pensamientos que tú misma aún no sabes que has tenido; en ti he estado en tal modo sumergido que sé desde el tejado a los cimientos. He visto gozo, sueños, desalientos, y te he visto en el miedo aún no vencido; por mi alborozo tu alegría mido, por mis desolaciones, tus lamentos. Tu rostro me habla si tus labios callan, y en tu quietud unánimes estallan rojos ocasos, pálidos albores. ¡Qué silencio sensual tan elocuente! Te escucho desde el centro de tu mente y oigo en tu piel redoble de tambores.
Los Angeles, 13 de agosto de 2002
676 - Sólo dos manos
Tan inmensa tu piel, y accidentada, y dos manos tan sólo para ella: para la Vía Láctea, una estrella, para el mar, una lágrima salada. Qué insuficiente soy, qué limitada mi maniobra en ti; cómo atropella mi forma a mi energía, y corta y sella la actividad que nace arrebatada. Sólo dos manos a escalar tus montes, en pérdida de cauces y horizontes, en descuido de grutas y mesetas. Manos que a espacio y tiempo desafían. Si fueran diez tampoco lograrían permanecer en tu presencia quietas.
Los Angeles, 15 de septiembre de 2002

Poemas

Mirando atrás
He de morir mirando sobre el hombro, de cara a mis mejores realidades; nunca el futuro me ha causado asombro con su enjambre de posibilidades: Un quizás, un enigma en claroscuro, más que respuestas, una interrogante, océano inseguro que a tierra ignota lleva al navegante. Ni me ha sobrecogido la existencia aparente de ese soplo nacido y evadido, que llamamos presente. Miro hacia atrás y a mí mismo me veo, como soy, como fui, como me ha visto la multitud con la que me codeo, los amigos con quienes coexisto. Y más lejos aún, generaciones auténticas, tangibles, con sus triunfos y sus contradicciones, sus derrotas y sueños imposibles. Gentes de carne y hueso, como yo, de pasión enarnecidas, capaces de matarse por un beso, o curarse uno al otro las heridas. No soy sino eslabón en la cadena forjada con el hierro de la historia, eslabón que chirría o que resuena con voz de duelo o cántico de euforia. Pude haber sido todo en el pasado, con las huestes de Atila, sanguinario, en el Renacimiento, refinado, o místico en el claustro, y visionario. Tal vez esclavo en la revolución de Espartaco en inútil rebeldía, o en las serenas aulas de Platón disertando sobre filosofía. O traficante de armas, equipando al débil como al fuerte, indiferente a un bando u otro bando, señor de mercaderes de la muerte. Pude haber sido trovador, amante, siervo, mendigo, explorador, artista, o pistolero abjecto e ignorante pintado de color nacionalista. De todos ellos heredero soy, de unos con honra, de otros con afrenta, de su sangre y sus huesos hecho estoy, su colectividad me representa. Auténticas, genuinas realidades que tuvieron y tienen existencia, por eso miro atrás, a sus verdades, no a un porvenir envuelto en apariencia. Y moriré con la mirada ardiente hacia el pasado cierto, y vivo estaré en él, aunque la gente me considere muerto. Enterradme en un campo de violetas bajo la hierba verde, donde me han precedido otros poetas, y como a ellos tal vez se me recuerde.
Los Angeles, 24 de julio de 2000
Huellas del beso
No sé por qué tus labios me despiertan besos lejanos que jamás me diste; no saben desterrarlos, o no aciertan a dejarlos dormir. Cuando viniste, rozándome la carne, de puntillas, nadie te vio, nadie escuchó tu paso, sino un temblor ligero en mis rodillas, trémulo de enfrentarme a otro fracaso. Cuántas veces idéntico sendero nos conduce a dispares objetivos, y en el nuevo, no vemos que el primero aún nos mantiene en su poder cautivos. Y no sirve pensar que lo pasado pasado está, que nunca ha de volver; ayer, más que un diseño ya borrado, es espectro que vuelve a aparecer. Y así fluye la vida, una amalgama de incidentes que fueron, y que son, que no se desvanecen; una trama de dolores, de olvidos, de ilusión; como rosa que cada primavera asiduamente en el rosal florece, nube inquieta, incesante viajera, o estrella que a la aurora palidece. Quizá tus besos son evocadores de nube transeúnte, antigua rosa, o estrella cuyos últimos fulgores se extinguieron, y duerme silenciosa. Hay tanto nuevo en cada beso, hay tanto que arrastramos de antiguo, tanta vida, tanto de gozo, soledad y llanto, tanto de acogedor y despedida, que un beso no es un beso solo, aislado, es una larga historia enmarañada aflorando a un presente arrebatado, que abraza todo, y que no olvida nada.
Los Angeles, 7 de agosto de 2000
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