Breverías
2352
Cada página tuya habla en voz alta,
como campana escrita.
Te leen mis oídos, sólo falta
que oigan tus ojos cuanto mi alma grita.
Los Angeles, septiembre de 2010
2568
Cuando en tus años grises, por fin, leas
los versos que por ti he dejado escritos,
si no huyen, humo azul, por chimeneas,
o arrastra el viento, pétalos marchitos;
si abres mis libros, pero no rastreas
el alma que te amó, que aún te habla a gritos,
ni ves la tuya, que trazó mi mano,
todo cuanto escribí, lo escribí en vano.
Los Angeles, octubre de 2011
2610
Te pienso entre las sábanas, y en breve
te hago el amor en el portal del sueño,
y me duermo sin ti, pero contigo.
Abro los ojos a la aurora. Llueve
quietamente en el páramo, y me empeño
en sonreir feliz. No lo consigo.
Te tuve anoche. No te tengo ahora.
Difícil sonreir cuando se añora.
Los Angeles, noviembre de 2011
Sonetos
1929 - La sed de ti
Aquella sed que tuve, la que hoy siento,
la que me va a deshidratar mañana,
la que no encuentra vaso ni fontana
que remedie mi urgencia del momento;
la sed de ti, del acumulamiento
de desvaríos que el deseo hilvana,
la sed que no te alcanza, aunque cercana,
y de hacerlo, me haría más sediento;
la sed que intenta aniquilarse a besos,
la sed de penetrarte hasta los huesos,
la sed de ti, de ti, de ti, mujer;
tórnate surtidor, manantial, pozo,
y enciéndeme y apágame este gozo,
para otra vez volvérmelo a encender.
Los Angeles, 24 de julio de 2008
2095 - Y no te amé
Yo existía sin ti, pero la vida
sólo se hizo genuina al conocerte,
como el invierno adusto se convierte
en primavera de ilusión vestida.
Copa tú, rebosante, que convida
al amor sin amar, trágica suerte
abrazarte desnuda, sin tenerte,
salutación y, al tiempo, despedida.
Yo no te amé; tú así me lo pedías,
y yo, en las dilatadas galerías
del tiempo, ya sin ti, quedaba ciego.
Ayer tu voz me devolvió la vista,
pero no recordabas; en tu lista,
mi nombre rastro de olvidado juego.
Burgos, 8 de mayo de 2009
2179 - De repente, tú
Golpea suavemente con nudillos
de aire gentil la brisa en mi ventana,
solicitando entrar, esta mañana
recamada de grises y amarillos.
Hay calma en el jardín, cantan los grillos
a tiempo intermitente, una campana
quiebra el aire; levanto la persiana
y desvío hacia un lado los visillos.
Es otoño. ¿Por qué la primavera
se presagia inmediata, si la hilera
de álamos junto al río está desnuda?
¿Qué brisa es ésta que gentil me llama?
No, no es brisa, es tu voz que se derrama
dentro de mí, y al alma se me anuda.
Los Angeles, 22 de agosto de 2009
2216 - Ábrete a mí
Sobre la piel de nardo, mi caricia;
sobre los labios ávidos, mis besos;
bajo la blusa, los pezones tiesos;
bajo la falda, desnudez propicia.
A todo se proyecta mi codicia,
hambrienta de ti misma hasta los huesos;
no interpongas barrera en los accesos
a tus huecos, ni justa ni ficticia.
Olvida códigos, virtud, costumbres,
archiva en viento las incertidumbres
que a cada nuevo paso te limitan.
Como se abre la rosa en primavera,
ábrete a mí, y las garras de tu fiera
atrapen los despojos que la invitan.
Los Angeles, 1 de octubre de 2009
2315 - Vienes a mí
Percibo a tu llegada el cargamento
de voluptuosidad que se aglomera
presionando tu piel de dentro afuera,
rompiendo en cada poro a cada intento.
Vienes a mí como desprendimiento
de tierras tras la lluvia, o primavera
reventando en vigor, o ágil pantera
bajo el envite de su instinto hambriento.
Experta y aprendiz en los servicios
de hembra sensual, desnuda de prejuicios,
y al deslizarse tu albornoz, desnuda.
Asáltame, devórame, dirígeme
por tus veredas íntimas, y exígeme
que una vez, y otra vez a ellas acuda.
Los Angeles, 16 de febrero de 2010
2327 - Campesina
Hueles a algas marinas, a pan tierno,
a racimos de luz recién cortados,
a la hierba mojada de los prados,
al fuego improvisado en el invierno.
Campesina gentil, de aire materno,
y corazón de sueños mutilados,
se te adosa por todos los costados
nueva espiral de sueños. El gobierno
de tu pequeño señorío exige
renuncias y sudores, y dirige
por rutas más prosaicas tu energía.
Y das a lo pedestre la importancia
que requiere el amor, y la elegancia
del trabajo bien hecho cada día.
Los Angeles, 5 de marzo de 2010
Poemas
Torre Eiffel
Ni águila ni ángel, pero en obsesivo,
precipitado ascenso,
escala de Jacob hacia la altura,
en sobrecogedor sueño de hierro,
por setecientos diez peldaños grises
fui aproximándome al azul del cielo,
con un ritmo metálico en los pasos,
siendo la torre dedo
enhiesto, inmóvil, entre los tejados,
palmera artificial en el desierto.
Cabalgué el ascensor hasta la cima,
plataforma de nubes. A lo lejos,
bajo mis pies, un mundo diminuto,
errático hormiguero
de seres como yo, mas reducidos
a comas en pausado movimiento.
Y allí, los cuatro puntos cardinales
me pidieron un grito de silencio,
un nombre entre los labios
que navegara por los cuatro vientos,
nadie lograra oir, pero vibrara
agitando el perfil del monumento.
Y dije el tuyo, tan calladamente,
cuatro veces, sabiendo
que en cuatro círculos abrazarían
este mundo tan amplio, tan pequeño,
donde muchos hablamos,
y pocos en verdad nos conocemos.
Has recorrido el mundo,
paloma blanca, un mundo tan ajeno,
tan deshumanizado
que no parece nuestro.
Pero ¿qué importa? El mundo es donde estamos,
el mundo es lo que hacemos,
la palabra que oímos,
la sonrisa y el beso.
Tu nombre, pronunciado levemente
en tan altos lugares, es un verso
nacido de mi entraña,
rosa que se desnuda de sus pétalos,
arrojados al aire,
golondrina lanzada en pleno vuelo.
Qué melódico suena en esta altura,
aunque nadie lo escucha; sólo quiero
que lo percibas tú, porque es tan mío
como tuyo tal vez, como mi aliento.
Desde esta plataforma, en esta torre,
he anunciado tu nombre al mundo entero.
París, 10 de mayo de 2008
He dejado
He dejado a tu lado mi cadáver;
entiérralo a la espalda de tu casa,
o déjalo pudrirse al aire libre,
oculto entre las zarzas;
nadie vea tu fuga y mi derrota,
mujer de mi distancia.
Esa parte de mí que tiembla y gime,
esa parte del alma
que huyó a la destrucción, se ha incorporado,
y con gradual resolución se arrastra
más allá de la ruina,
todavía en sus párpados tatuada
tu propia imagen, de cuando dormía,
y tú en silencio, absorta, los mirabas.
Es un jirón tan sólo, pero vive
los días negros y las noches blancas.
No sé a qué punto ascenderá, si medra,
quizá será un rosal, quizá una acacia,
tal vez el olmo firme junto al río,
tal vez el robledal en la montaña.
No importa a dónde llegue,
ya no miro al mañana;
sigo mirando a lo que fue, perdido,
única realidad que me acompaña.
Mis tres partes de muerte ya son tuyas,
la cuarta, apenas viva, se te escapa;
es la que sigue viéndote y amándote,
aunque sin esperanza.
París, 11 de mayo de 2008
Silencio
Cómo pesa en mi espalda este silencio
que me lanzara tu palabra leve,
casi pluma de alondra; tan injusta,
punzante hoy me parece,
como en rostro de niño el puño airado,
y niño fui, o fui tal vez juguete.
Juguete o niño, tuve la inocencia
de los ojos azules, transparentes,
que no saben mentir, ni pestañean,
sólo contemplan, y después se duermen.
Dormí y soñé. Bandadas de ilusiones
me aleteaban libres en la mente,
palabras efusivas
temblaban en mi oído, y las paredes
de la alcoba eran único horizonte
de mi universo, que de ti proviene.
Pero al fin desperté, y hallé el silencio,
este silencio aislante que me hiere,
y que no puedo compartir con nadie,
desolador silencio, casi muerte.
Los Angeles, 29 de mayo de 2008