Su partida
Abrázame en el pórtico del llanto,
donde flotan de luto las banderas;
mis lágrimas murieron agotadas,
y quiero una vez más llorar por ella.
Pasó el viento de largo sin ser visto,
vino la lluvia y se perdió en la tierra,
se consumió la lámpara en la noche,
y se durmió la luz en las tinieblas.
Y ella en su lecho se agostó despacio
como el rosal sobre la tierra seca;
y absorbió oscuridades en los ojos,
y la palabra fue perdiendo fuerza.
Con invisible mano fría el tiempo
borró el color y la vistió de niebla;
mas ni el dolor ni la desesperanza
menguaron su enigmática belleza.
Oh soledad, que te juzgué dormida,
y penetraste en mí sin resistencia,
uniendo su partida y tu llegada
en la noche del alma triste y negra.
Cómo vino a ser parte de mi vida,
y cómo su dolor se hizo mi pena,
y al llegar el momento inevitable
de cruzar la fatídica frontera,
me arrebató la flor del sentimiento
dejando mi alma inánime y desierta.
Soledad que viniste con su muerte,
ayúdame a llorar por mí y por ella.
Los Angeles, 5 de mayo de 1998