Elegía por una dama
A Paola, en la muerte de su madre
Y se durmió hacia Dios. Fue su desvelo
peregrinaje azul, sueño dorado,
y al fin nevada cumbre, que el deshielo
lentamente fundió, tibio, callado,
como caricia de aire, o aleteo
de ángel en vigilancia a su costado.
No se aferró al ocaso; su deseo
fue de partir en paz, misión cumplida,
con abandono, mas sin titubeo.
Lo dio y recibió todo de la vida,
y al pisar los umbrales de la muerte,
marcó saludo más que despedida.
Sobre la vida sin cesar se vierte
caudal de rosas y desolaciones,
herencia nuestra, inevitable suerte;
y dividimos nuestras atenciones
entre la primavera y la guadaña,
entre decesos y resurrecciones.
Nacer es arribar a zona extraña,
morir es regresar a nuestra fuente,
cuya voz ancestral nos acompaña.
¿Por qué teñir de horror la otra vertiente?
¿Por qué ceñirse el alma de tristeza,
y de lamento por quien cruza el puente
hacia la luz, dejando su corteza
bajo la húmeda tierra, si le vimos
ataviado de su íntima belleza?
Cada noche ensayamos que morimos,
en cada amanecer resucitamos,
y hacia la gran función nos dirigimos.
No es partida, es retorno, porque vamos
del exilio a la patria, de la brega
rigurosa a la paz que recabamos.
Cuando la muerte sigilosa llega,
dancen alborozadas las campanas
por el dolor, que su puñal repliega;
y porque las miserias cotidianas
paralizan su acoso frente al muro
donde se desvanecen los mañanas.
Sólo a este lado vivirá el futuro,
y palabras que un día se dijeron
adquirirán sentido más seguro.
Idos los labios que las profirieron,
mariposearán en corazones
que antaño, a aquella voz, se estremecieron.
Y en susurros, o gritos, o canciones,
transmitirán las mismas sacudidas,
recrearán antiguas emociones,
despertando nostalgias, si dormidas,
aquietando temores, si despiertos,
recobrando ilusiones, si perdidas.
Los ecos de sus pasos están muertos,
pero no su presencia a nuestro lado,
ni sus etéreos brazos, siempre abiertos.
Si no tocas su piel, si despoblado
tu espíritu se siente en agonía,
piensa que en su morir se ha adelantado
para salir a recibirte un día.
Los Angeles, 30 de marzo de 2002