11 de Septiembre
Oh Nueva York de torres y cañones,
enhiesta y apretada en tus almenas,
sin tiempo ni lugar para el descanso,
y bajo el cielo gris ciudad abierta.
La Libertad que firme alza la antorcha
convocando a las masas de la Tierra,
a perseguidos y desamparados,
hoy carece de aliento y fortaleza;
cuelga su brazo hacia los pies hundido,
e inclina la cabeza,
rociando de lágrimas de cobre
la túnica sangrienta.
Al clarear la aurora te abordaron
los buitres del rencor y las tinieblas,
de corazón fanático,
mentes blindadas, de una sola idea.
Hombres del arma blanca y la pistola,
en busca de un martirio de blasfemia,
desplegaron penacho de humo sobre
tus dedos de cristal, acero y piedra.
Arde en sus altos ejes
la simbólica puerta financiera,
y se derriten como hielo al fuego
las dos torres gemelas.
Bajo el escombro terminó la vida,
calló bajo el escombro la colmena
de millares de historias
tejidas día a día de promesas,
esperanzas, amores, fantasías…,
luces hoy apagadas, rosas muertas.
Ya no serás la misma, asesinadas
ingenuidad y estoica negligencia,
ha expirado en tus labios la sonrisa,
y ahora reflejan preocupada mueca.
Desdentada en el hueco
que desde hoy evidencia tu silueta,
te lloro, Nueva York, triste y oscura
más que nunca a la luz de las estrellas,
evaporado el brillo de las torres,
apagado el bullicio de las fiestas.
Pero sé que al dormir sobre las calles
el remolino de la polvareda,
de nuevo te alzarás, desafiante,
volviendo a ser, como tu nombre, nueva.
Los Angeles, 11 de septiembre de 2001