Brevería 1368
Todavía en mi mano cuelga el roce
de la tuya lejana;
retiene tu perfume, se engalana
de ti, te reconoce.
La llevo a la mejilla, y es tu mano
que me acaricia lenta, suavemente;
y flota de repente
como tercera mano en el piano.
El piano
Rózame con las yemas de los dedos
y te daré suspiros entrañables.
Asciende en mis escalas y desciende
con paso insinuante.
Hiere mis escalones de marfil
a golpes de alborozo innumerables,
y te devolveré por cada impacto
un grito apasionante.
Oh, qué limitación agotadora.
Tener tus miembros a mi propio alcance,
y carecer de labios que te besen,
y brazos que te abracen.
Recórreme sin tregua en los arpegios,
arráncame las voces que en mí yacen,
despiértame a la vida con tus manos,
no ceses de tocarme.
Yo sólo puedo darte mi armonía,
pero es como si el alma fuera a darte,
filtrándome en tu cuerpo por los dedos,
y amarte, amarte, amarte.
Los Angeles, 3 de noviembre de 1997