Brevería 1073
Es la ocasión propicia, la medianoche ciega,
hora que debilita mentes y voluntades,
cuando el instinto avanza, y el pudor se repliega,
momento de imprecisas, vagas ambigüedades.
Cuando el sentido explora zonas en ti ignoradas,
irrumpidas en honda, lenta espeleología,
y se revelan tensas zonas en mí olvidadas,
amalgamadas ambas hasta el albor del día.
Ajedrez
Mi cuerpo es ajedrez ilimitado:
Defensivo en sus torres, con despliegue
de galantes jinetes en el campo,
y de alfiles oblicuos; y una hueste
de vulgares peones,
mediocres combatientes;
una espléndida reina,
provocadora siempre,
moviéndose a su antojo,
y al fin un rey, más que eficaz, solemne.
Todos te invitan a correr la tierra,
mover las piezas, con prudencia siempre,
demostrar tus instintos agresivos,
y anticipar la acción del oponente.
No te ofrezco una piel cuadriculada,
ni rígida tampoco, mas se enciende
con el efecto arrasador, masivo,
de las praderas indias del oeste.
Si has de pensar a fondo tu jugada,
que la pasión exceda a lo que pienses.
Tal vez no ves las piezas. No hace falta.
Mueve los dedos como si las vieses.
Los peones primero, paso a paso,
lenta, muy lentamente,
del cuello al pecho, sin obviar la axila,
y adelanta la reina sobre el vientre.
Haz caracolear a los caballos
sobre ambos muslos, y que se apacienten
en el ejido triangular. Las torres
queden en retaguardia. ¿Quién requiere
defensas esta noche?
He rendido mis fuerzas; los laureles
son para vencedores y vencidos;
en lid caballeresca nadie pierde.
Avancen, pues, los tactos decididos,
y denme jaque mate contundente.
Los Angeles, 23 de junio de 2009