Brevería 603
Los senos son la almohada del deseo,
que del cansancio en languidez reposa;
la vuelta de hombre a niño, en un paseo
de manos y de labios, escarceo
erizante en la piel voluptuosa.
Dormido el sexo
Fue entre el primer asalto y el segundo;
rota la fuerza, adormecido el sexo
en un nido de sábanas revueltas
en convulsión de amores y deseos.
No permití el descenso de sus párpados,
que cerrados provocan aislamiento.
No les dejé dormir, ni ellos querían,
que mal se quiere sin estar despierto.
El tic tac del reloj enmudecido,
y el tiempo inmóvil en profundo sueño,
a mi lado desnuda, y alternando
lenta mi mano de uno al otro seno,
me hicieron el amor sus verdes ojos,
penetración del alma, no del cuerpo;
sin espasmos, jadeos, ni sudores,
con la serenidad de los espejos,
que devuelven la imagen, inmutables,
y al mismo tiempo se la quedan dentro.
Me hizo el amor mirándome a los ojos,
en intensa quietud sensual, sin gestos.
Qué mutua posesión tan encendida,
qué arrebato sexual, dormido el sexo.
Los Angeles, 3 de noviembre de 2001