Brevería 1641
Cuando llegues, si llegas, me encontrarás desnudo,
mis recuerdos, dormidos, en huelga mis proyectos,
suspendidos de un clavo mi alabarda y mi escudo,
y colmando la estancia mis ritmos predilectos.
Nadie nos importune, ni suceso interfiera
con la fiesta del sexo, los ritos del amor,
el primor de la rosa, y el brío de la fiera,
arrebatado el último vestigio del pudor.
Desnudo
Mírame aquí, desnudo.
No es un cuerpo apolíneo, pero es mío.
Las formas gráciles de Praxiteles
se amoldan a los dioses del Olimpo,
y a los héroes; y yo, ni dios ni atleta,
¿qué te puedo ofrecer? Vente conmigo;
descubrirás susurros
soterrados al fondo de mis gritos;
serenas intenciones
flameando en los ojos; remolinos
de ansias bajo la piel; peregrinaje
de manos en temblor; ciego cuchillo
que a sí mismo se esgrime, rastreando
la herida siempre abierta, posesivo.
Desnudo para ti, como las olas,
a punto de estallar; como el racimo
colgado de la vid, atesorando
denso jugo vital, tan encendido
para tus húmedas, flexibles copas,
brindis en erupción, copulativo.
Seres complementarios, entramados
ni inauditos ni exóticos, erguidos
sobre la estepa, sin rozar las nubes,
simplemente alquerías, no castillos.
Transeúntes en placidez; no somos
corredores de fondo, ni prodigios
prometiendo milagros;
somos lote común, pero inequívoco.
Dame la mano, la cintura, el cuerpo,
pero el alma también; dame los mimos,
la suavidad, la calma,
y el ímpetu salvaje a todo ritmo.
Mírame aquí, desnudo;
y abrázame un instante. Luego un siglo.
Los Angeles, 14 de enero de 2009