Brevería 119
Tiéndete junto a mí sobre la arena,
y deja al mar acariciar tus pies;
vendrá el aire, agitando su melena,
sobre la acacia, el olmo y el ciprés;
para vernos, saldrá la luna llena,
te besará primero, y yo después…
Arrópate en mi abrazo tierno, afable,
para dormir un sueño interminable.
Sobre la arena
Me llega el mar, toca mis pies, nos llega
como infinitas manos diminutas,
pero también inmensas, arrastrando
tactos impúdicos de blanca espuma.
Separas las rodillas, las separo,
y asciende hacia los muslos, te hace suya,
mas no me encela; lame y acaricia
también los míos; no se lo censuras.
Trepa sobre tu sexo, roza el mío,
te ciñe la cintura,
se encarama a mi pecho,
y se te infiltra audaz bajo la blusa.
Y tú se lo permites;
yo, sonriendo, acepto su conducta.
¿Qué amante puede consentir acciones
que otras veces tan áspero repudia?
¿Qué trío se revela
en tal escena palpitante y húmeda?
El agua que te esculpe
te hace, vestida, mucho más desnuda.
El agua que me ciñe
sabe de lenguas, senos y angosturas.
Aprendo tanto de ella…
me habla a veces, y a veces se insinúa.
Pienso que hacen lo mismo
contigo sus burbujas.
Luego me lo dirás, cuando se vaya,
luego te lo diré, cuando la música
de su rumor se apague, y tú y yo solos
perduremos aquí, bajo la luna.
Los Angeles, 15 de noviembre de 2008