Brevería 1392
Todo lo diera, el mar azul, el cielo,
mi vestido de gloria y luz, las rosas,
el contrato a que aspiran las esposas,
la libertad de la gaviota en vuelo,
por alcanzarte un mes, una semana,
y entre mis manos exprimir tu vida;
aunque me asesinara tu partida
al clarear de la última mañana.
Casadita
“Yo me era mora, moraima,
morilla de un bel catar:
cristiano vino a mi puerta,
cuitada, por me engañar.” (Romancero)
Casadita soy, casada,
en dorado cautiverio,
que en los brazos del esposo
sueña con amor ajeno.
Ay cómo duele en el alma
cada abrazo y cada beso
cuando el cuerpo se doblega
yendo libre el pensamiento.
Ay cómo a la lejanía
cada anochecer regreso,
sólo en fragancia vestida,
flotando al aire el cabello,
en ofrenda de caderas,
y de muslos, y de senos.
Amante, tan inmediato
que te absorbieron mis huesos,
y tan distante que nunca
logran tocarte mis dedos.
Amante, que tantos años
te esperé, como te espero,
sólo enteramente mío
cuando dormida te sueño.
No sé si hubo en ti honradez,
o si hubo en ti fingimiento,
pero sin llegar llegaste,
y sin tenerte te tengo.
Y el día, clara sonrisa,
la noche, oscuro silencio,
destellos de primavera,
melancolías de invierno,
todo fluye en mudo llanto,
canta en amargo lamento,
viendo un cuerpo equivocado
al otro lado del lecho.
¿Quién yace a tu lado, dime,
deshojándose en requiebros,
revistiendo los suspiros
en la humedad de tu aliento?
Ay, cómo se va la vida
tan veloz, mientras el tiempo
cabalga semidormido
sobre tortuga de viento,
remolcando tu llegada.
¿Y vendrás? Mira que espero
sin preguntas, sin promesas,
sin exigencias, sin ruegos.
Ven, mi carabela de oro,
a fondear en mi puerto;
aunque debas levar anclas,
y hacerte a la mar de nuevo.
Los Angeles, 15 de junio de 2000