818 - Alza los párpados
Alza los párpados, mujer, y mira;
mira de frente, con el alma abierta;
tanto has dormido en soledad..., ¡despierta!,
duerma el silencio ya, pulse la lira.
Revolotean coplas, se retira
la tristeza a su cueva, está desierta
de temores la casa, y a la puerta
aire de primavera se respira.
Tiemble tu mano al tacto de mi mano,
y en las teclas de piel de tu piano
mis dedos crearán nueva armonía.
Abrete a mí, pupilas vinculadas,
labios, senos, rodillas separadas,
mujer irreversiblemente mía.
Los Angeles, 4 de julio de 2003
Mujer de lunas llenas
Has estado a mi lado tantos siglos,
y apenas hoy acabo de encontrarte…
No sé si te llamara amada mía,
o simplemente amante.
La amada es receptora,
como lo son los árboles
al acoger la brisa reincidente,
gentil exploradora, trashumante.
La amante es el fervor, la iniciativa,
el instinto que sabe abalanzarse,
la marea que insiste, y lame, y besa,
y al llegar se deshace.
Sé mi amante, serás amada mía,
espléndido engranaje
de émbolos y cilindros,
flexibles, rígidos o maleables.
Has estado a mi lado tantos siglos,
y apenas hoy acabo de encontrarte…
He visto lunas llenas en la noche,
soles agonizantes en la tarde,
pero no tan redondos
como los discos de tu propia carne,
trazados a compás, con el relieve
de sus centros rosáceos al aire.
Has estado a mi lado tantos siglos,
y apenas hoy acabo de encontrarte.
Ah tu avance frontal sobre mis ojos…
No pude ver los tuyos, dos estanques
de superficie límpida, serena,
a la sombra desierta de los sauces.
Perdidos en tus círculos,
olvidaron el resto del paisaje.
Mujer de lunas llenas
surgiendo del pasado, que me invades;
has estado a mi lado tantos siglos,
y hoy finalmente junto a mí renaces.
Los Angeles, 24 de marzo de 2005