Brevería 1741
A veces a mi playa se remontan tus olas,
eres fuerza serena, húmeda y persistente,
eres canción de viento, rumor de caracolas;
¡qué elevación la tuya aun junto a mí yacente.
Y a veces agresiva contra mi acantilado,
rebotando el armiño de tus olas más negras;
oh, tormenta desnuda que en avance arqueado
me tomas por asalto, y al fin te desintegras.
Por asalto
Las manos, antes cobardes,
han adquirido firmeza,
los ojos miran de frente,
y hay un temblor en las piernas
de vibraciones extrañas
que bajo la piel navegan.
Toca el instinto a rebato
si las rodillas se besan,
y al acecho el atacante
mantiene la espada enhiesta.
Hierve en deseos el aire,
sobre la desnuda tierra,
y narcisistas se miran
los olmos de la ribera
con temblores de reflejos
en la superficie tersa.
“No me hieras a mandobles,
que no vengo en plan de guerra;
traigo rendición firmada,
entra en mi ciudad abierta.
Si prisionera me quieres,
no me hagas tu prisionera,
atraviéseme tu espada,
que es mejor que tus cadenas.”
Revuelo de manos tibias
bajo la ropa ligera,
interpolación de muslos
resbaladizos que encuentran
cabalgada intermitente
en interminable fiesta.
Difícil determinar
si entrar en la fortaleza
debe hacerse por asalto,
o bien cruzando la puerta;
o a través de la muralla,
con su portillo y su grieta.
Rígido avanza el guerrero,
asalta, cruza y penetra,
espada vibrante, erguida,
domina, ocupa, sujeta.
Trae la paz una sonrisa,
y se prepara otra guerra.
Los Angeles, 31 de julio de 1999