Brevería 1302
No me comprendo sin amar; requiero
una mano, una voz, una mirada,
y tal vez unos versos y un bolero,
y un desnudo apoyándose en la almohada,
aunque deba partir cuando el lucero
vespertino le anuncie retirada.
No me comprendo sin amar; no obstante
estoy amando sin tener amante.
Unas horas
Un lugar hipotético, una amante
que no existió, pero que el alma crea
sin otorgarle túnica,
un ovillo de brazos y de piernas,
un silencio elocuente,
como si, reservándose ambas lenguas,
dialogaran en lúbricos contactos
al fondo abrasador de la tiniebla.
Unas voces al fondo del pasillo
que pasan, sin llamar, frente a la puerta.
Unas risas en otro dormitorio,
como juego trivial de adolescencia.
Una noche tan larga,
y tan corta a la vez, y tan de seda,
que resbalan las manos y los muslos,
mas no se van, se quedan.
Un sexo rígido, tan penetrante,
que se hilvana a otro sexo, y se doblega.
Un abrazo tan largo, tan sereno,
como si nada hubiera
sucedido entre sábanas, tan sólo
el sueño de un amor que se despierta.
Una mano que dulcemente toca,
y enreda y desenreda
el cabello revuelto
que ofrece una sonrisa por respuesta.
Una noche tranquila, silenciosa,
una noche de aquellas
que se tuvieron tiempo atrás, quedando
archivadas en mentes que recuerdan.
Unas horas, oh Dios, sólo unas horas
que debieran ser siglos, pero vuelan.
Los Angeles, 15 de noviembre de 2008